Escribir bien, ¿para qué?

Lo primero que escribí con intención de algo fue a los siete años. 

La escritura en mi vida (y lo que puede servirte de lo que escribo ahora) tiene mucho que ver con esta historia.

Y te la cuento aquí que es donde decides si tiene sentido seguirme, o incluso contratarme.


Pues resulta que yo tenía siete años.

Se acababa de morir mi abuela y, en cuanto me lo contaron, le escribí un mensaje.

Estaba tan convencida de que mis palabras le llegarían a donde se iba como de que no la vería más en este mundo. 

Y a esa nota la llamé la cartita sagrada y se la pusieron en su tumba, en un jarrón de porcelana (siguió allí durante más de treinta años).

El caso es que a todos les emocionó aquello y a mí me gustó la sensación de escribir y que pasara algo, en mí y en los demás.

Lo consideré mi primer poema.

Escribí muchos poemas y diarios desde entonces. Cada vez que necesitaba entenderme o decir algo importante.

Me calmaba y me gustaba lo que pasaba dentro y fuera de mí cuando lo hacía.

 

Pero a la hora de decidir una carrera tuve mil dudas sobre qué hacer con esa habilidad. 

Al final me decidí por Letras, no sin cierto duelo por la Belén bióloga, a lo Jane Goodall, o astrónoma a lo Carl Sagan.

Al final, Humanidades, Comunicación audiovisual con especialidad en guion, Máster en Creación literaria, posgrado en Edición…

Siete años de estudio y práctica. 

Siete más en trabajos en los que me sentía de paso porque me dejaban con la misma pregunta sin terminar de responder del todo:

 

¿Para qué esta habilidad 

y este gusto por la escritura?

 

La escritura me desafiaba y era mi refugio a la vez. 

La amaba y le ponía los cuernos con otras distracciones, a veces durante largas temporadas. 

Pero en cada crisis, personal o profesional, volvía.


En una de esas, con veintiséis, dejé un trabajo bien pagado organizando, entre otras aventuras, varias fiestas míticas con el Circo del Sol por media Europa.  

Y fue entonces cuando estuve por primera vez muy cerca de la posibilidad real de vivir de escribir.

Escribí tres libros por encargo para un editor y otro libro —este ya con mis condiciones— para un inversor y un alpinista. Tenían el sueño de contar juntos su historia y lo cumplí con ellos. 

Lo titulamos La cumbre infinita (Los Libros del Lince, 2011).

Aquello fue la señal definitiva de que podía escribir para ayudar a otros. 

Pero no la seguí. 

 

 

Y entonces nació la Belén fundraiser

 

El Tercer sector me encontró, sin buscarlo como nos pasa a muchos.

Buscaba trabajo y alguien de confianza me recomendó para un puesto de captación de fondos en la Fundación Josep Carreras contra la Leucemia.

Nunca, en medio de todas mis dudas, pensé en ser fundraiser. 

Me daba cierta pereza (más bien miedo) pedir dinero en general, llamar a puertas, coger un teléfono o mandar emails en frío, tener objetivos de dinero. 

Eran ventas. 

Era persuasión.

Era ponerme frente a seres humanos desconocidos para influir en sus decisiones para darme su dinero. 

Conectar a personas con su deseo y su capacidad de ayudar a otras era un trabajo muy creativo, muy humano y muy desafiante también.

Todo eso me motivaba y era por el objetivo de curar la leucemia, así que me dieron la oportunidad y me atreví con ello. 

 

Y la sorpresa fue que se me dio bien 

y me gustó más de lo esperado 

 

Durante casi seis años en la Fundación Carreras abrí decenas de relaciones nuevas y doblé la captación de empresas y fundaciones.

Después de aquella etapa y durante ocho años y medio más, ya en el Comité español de ACNUR, multipliqué por cuatro los ingresos como responsable de Filantropía privada (grandes donantes individuales y testamentos solidarios). 

Hice también campañas innovadoras para miles de donantes de nivel medio, con los que no se hacía nada específico todavía, llevando a muchos de ellos a niveles de gran donante.

Me lo pasaba bien, lograba resultados y aprendía muchísimo del sector y sus técnicas, a la vez que aprendía cada vez más de los donantes.

Mantenía relaciones de tú a tú con filántropos a los que admiro y les debo todo lo que sé, mis errores y mis mayores aciertos.

Y como siempre me ha gustado mirar más allá de las vallas de mi jardín, me movía y estudiaba sin parar.

He participado en Congresos, webinars y talleres en España y fuera. 

Coordiné durante años un grupo de aprendizaje con colegas de otras organizaciones, al que bauticé como las Loveraisers

Enfrasqué a dieciséis de ellas con la Asociación de Fundraising y la Universidad de Alcalá para crear el primer estudio sobre filantropía hecho desde el sector. 

Encuestamos con preguntas valientes a más de trescientos filántropos y dejamos de suponer cosas, por primera vez con datos válidos.

(“El Barómetro de la Filantropía privada” se publicó en septiembre de 2023 y si te suscribes a mi lista y lees los emails de tu bienvenida, lo tendrás en su versión completa).

 

Y para todo eso, utilizaba la escritura que conocía hasta entonces y mi inquietud de ir siempre un poco más allá. 

 

Pero me di cuenta de que no sabía escribir

 

No para vender.

Lo empecé a ver en 2018, con mi primera formación seria en copywriting, con la copy más conocida por aquel entonces. 

Luego seguí estudiando, descubriendo nuevos referentes, como Isra Bravo, Inés Díaz, Álvaro Sánchez o Laura Yago. Y fui aplicando cosas, poco a poco, y viendo resultados.

Y me puse a mirar en el sector, en serio. Me suscribí a decenas de entidades y analicé lo que hacen. Las sigo leyendo a diario.

Comprendí errores y aciertos, profundicé en las bases y las técnicas de la redacción persuasiva y algo hizo ese clic famoso. Pues ese.

 

Fue un viaje de no retorno

 

Hasta entonces, como es normal y nos pasa a todos, no había podido ver o reconocer que había una habilidad y una disciplina entera de la que no tenía ni idea, por más escritora que fuese.

Vi que, en el fondo, repetía lo de siempre del discurso del sector. Pero al llevar a estratégicos, mi relación era muy cercana siempre a la voz y el sentir real del donante.

Y lo que veía en la captación masiva y la fidelización estandarizada, era poca estrategia a largo plazo, mucha prisa por resultados, y poco corazón y dirección al donante.

 

Me aburrían hasta a mí los textos que escribía al principio, y por eso seguí buscando y probando.

Los de los resto, me aburrían más cuando me daba cuenta de lo previsibles, superficiales y planos que eran casi todos, por no decir todos.

El modelo estaba caduco y yo lo estaba viendo suceder y funcionar ahí afuera. No solo en el micromundo de las oenegé. En negocios con comunicaciones que conectan y venden.

 

Pero en el Tercer Sector, ningún consultor ni agencia de comunicación nos había dicho nunca lo determinantes que eran los textos en los resultados y en el corazón de nuestro negocio. 

Los creativos de publicidad se aburren de hacer lo mismo de siempre para vender productos y las causas eran su espacio de sentido, sin conocer bien el sector ni a sus clientes: los donantes. Y eso no se aprende en un focus group.

 

Así que durante la pandemia empecé a investigar e invertir en formarme con los mejores referentes de copywriting, ventas y negocios online en España. También con copys especializados en fundraising en Estados Unidos, Inglaterra y Australia. 

Miraba, escuchaba y aplicaba.

Y funcionaba.

Mis textos empezaron a generar más respuestas, en amor y dinero, que nunca.

 

Y nació la copy fundraiser

 
 

Y le llamé loveraising a captar fondos escribiendo desde el amor al donante, a su para qué.

Apliqué las bases del copywriting y la persuasión a nuestra profesión.

Y llegaban donaciones en emails y en momentos en los que ni siquiera pedía. 

Por familiaridad y conexión reales. 

Usando el email marketing de forma mucho más humana, libre y rentable.

Y también hice varias campañas en papel exitosas. Soy muy fan del marketing directo y de su potencial, relegado por un tema de costes a revisar, seriamente. 

 

Tenía el tesoro bajo mis pies y no lo había visto.

Lo tenemos todas las organizaciones que tienen (o pueden llegar a tener) una comunidad de seres humanos inteligentes y libres, con valores y deseos, les den su dinero.

(Me refiero a profundizar en ellos, a darles lo que necesitan y no a pedirles pensando solo en lo que necesita la causa y sus beneficiarios).

Hace falta una forma de pensar y de escribir los textos muy diferente a lo que no nos han enseñado en la escuela, la universidad y las escuelas de marketing.

 

Una escritura con un para qué

 

Esta vez sí. 

La escritura volvió a mí, vestida de copy, para impulsar los objetivos y las comunidades de donantes de las causas que nos hacen mejores humanos en este planeta y para las generaciones futuras. 

Ahora pienso y escribo para acompañar a otros fundraisers a conseguir mejores resultados también, gracias a estrategias y textos persuasivos.


En mis mejores sueños, pienso en contrarrestar la crisis del sector de la que tanto se habla y que puede que no sea más que la indiferencia de la gente ante nuestra falta de audacia y esfuerzo para seguir comunicando y, sobre todo, escuchando mejor.

 

Trabajo con fundraisers audaces que entienden el papel de los textos para conseguir más dinero para su causa, gracias a una comunidad de donantes generosos, inteligentes y libres.

 

Así que todos mis errores durante tantos años, y todos mis aprendizajes y aciertos, convergen en este proyecto. 

Causa y efecto.

Fin y principio.

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* La Responsable: Belén Roldán González. La Finalidad: enviarte comunicaciones, contenidos e información sobre productos y servicios gratuitos y de pago. La Legitimación: es gracias a tu consentimiento. Destinatarios: tus datos se encuentran alojados en mi plataforma de email marketing Active Campaign suscrita al Privacy Shield. Podrás ejercer tus Derechos de Acceso, Rectificación, Limitación o Supresión de tus datos en cada email o escribiendo a belen@soybelen.com. Puedes consultar más información acerca de tu privacidad.

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